El umbral en los cuentos de Cristina Fernández Cubas

 

"La vida está llena de umbrales. Es muy fácil pasarlos. Yo creo que lo difícil es volver. La visión de la vida como llena de umbrales desconocidos es algo que me persigue, y me interesa."*


Cristina Fernández Cubas




 

En general, los umbrales son las zonas de paso que señalan el fin de un espacio y el inicio de otro distinto. La etimología de «umbral» nos remite al latín liminaris y a la idea de límite o frontera. La definición que aparece en la segunda acepción del Diccionario de uso del español, de María Moliner, revela la importancia del carácter liminal y de tránsito entre dos zonas:

2 (sing. o pl.) Lo que constituye el *principio en cualquier actividad o proceso. (sing. o pl.) Punto en que se está casi dentro de cierta cosa: "Eso está en los umbrales de lo prohibido". *Lindar.

En la literatura de género fantástico, la relación entre el mundo de lo real y el de lo insólito está regida por límites imprecisos que, o bien se transgreden y lo extraño irrumpe e invade la normalidad, o bien se desdibujan para crear una atmósfera inquietante en el terreno de la ambigüedad. Los umbrales son entonces las vías de acceso a lo desconocido, el cruce al otro lado, del mismo modo que el cruce de una puerta permite el paso de una pieza a otra de la casa.

En relación con la configuración de umbrales o «misteriosos conductos» en sus relatos, Cristina Fernández Cubas combina el elemento arquitectónico clásico para cruzar hacia otro plano de la realidad: la puerta, que es la forma más simple de representar el umbral; la ventana, las baldosas, la azotea, los altillos (Brumal es un anagrama de umbral), o los lugares secretos, con objetos cargados de valor simbólico como los relojes, los espejos, las esculturas, o los diarios. Asimismo, hallamos la idea de cruce a otros planos con motivos o temas que, en el imaginario colectivo, comportan una transición: la muerte, el sueño y la vigilia o la infancia como territorio donde se proyecta la capacidad de cruzar (con juegos y

canciones infantiles, por ejemplo) al otro lado. 

La protagonista del relato «La nueva vida» narra la entrada a lo fantástico frente al escaparate de una perfumería:

«Pero la luna de un espejo le devolvió su imagen y ahí se quedó. Atónita. Inmóvil. Fascinada. Porque era ella. Quién sabe cuántos años atrás, pero era ella.» 

El personaje experimenta una alteración de la coordenada temporal, y el efecto se ve reforzado mediante los tres adjetivos precisos e independientes que describen la reacción: Atónita. Inmóvil. Fascinada.

A continuación, la protagonista narra la ruptura de la dimensión espacial:

«Poco a poco fue reconociendo calles, comercios, tascas. Entraron en una que le resultó inesperadamente familiar. Conocía el lugar, había estado allí un montón de veces en otros tiempos».

Y, de nuevo el espejo nos recuerda que el tiempo ha retrocedido:




    «Un espejo manchado le devolvió de nuevo su imagen. Seguía guapa. Y, a su lado, Él, jovencísimo.» 

Pero cuando, tras una charla entre los nuevos (viejos) amigos, ella decide ir al baño es cuando se produce el cruce del umbral de vuelta del otro lado, de la otra dimensión espacio-temporal. Y va a ser mediante la configuración del espacio y el contraste entre los dos lados (dos locales) como se amplifica el efecto de lo insólito:

«Por un momento pensó que se había equivocado. Que la tasca disponía de otra sala o que los servicios eran compartidos por dos locales distintos. Pero allí solo había una escalera y un bar desangelado con una inmensa barra, algunos clientes y una docena de mesas apiñadas de cualquier modo en una esquina.» 

El cruce del umbral ha permitido, en este caso, el regreso desde el otro lado, desde un espacio que, si bien es conocido, ha retrocedido en el tiempo, para situar a los personajes en otra dimensión. La conjetura de que «los servicios eran compartidos por dos locales distintos.» nos lleva a pensar en una zona equidistante donde ambos mundos pueden coexistir.

En conclusión, los umbrales son espacios liminales entre los dos mundos narrativos del texto: el referencial, reconocible por el lector, y el mundo paralelo del otro lado, donde se encuentra lo insólito. Cruzar un umbral hacia el otro lado es uno de los temas recurrentes de la literatura fantástica. En la narrativa de Cristina Fernández Cubas se actualiza y se refuerza con otros recursos, como la configuración de espacios. Esta permite el tránsito de los personajes desde una realidad tal como la percibimos los lectores a otra dimensión, transformada por lo sobrenatural o acceder a un territorio proyectado para la extrañeza.


*«Entrevista con Cristina Fernández Cubas». García, Patricia.

Biblioteca del Instituto Cervantes de Dublín, 2012.

       Fernández Cubas, Cristina (2015). La habitación de Nona. Barcelona: Tusquets.


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