CCCB Lecturas sobre Shakespeare (4): Othello, The Moor of Venice.
Miércoles,
19 de noviembre 2014.
“Hoy vamos a sufrir todos una
gran convulsión trágica”. La voz modulada de Andreu Jaume solapa todas las
voces que hasta hace un segundo murmuraban en el aula. Buenas tardes. Y el
silencio se hace absoluto. He subido las escaleras con ritmo apresurado, como
si se me hiciera tarde para llegar al teatro y es que estas lecturas están cargadas
de interpretación, de gestualidad.
Entramos
en el gran periodo trágico de Shakespeare, quien entre los 40 y los 45 años
compuso el grueso de las grandes tragedias, de Hamlet hasta El rey Lear.
Jaume afirma que puede deducirse aquí una experiencia íntima, la de alguien que
empieza a entrar en la madurez y, de repente declama íntegro y de memoria el
poema de Gil de Biedma, “No volveré a ser joven”, sobre el paso del tiempo. Lo
hace para ilustrar e insistir en la modernidad de Shakespeare, quien toma
conciencia, al igual que Hamlet, de que “…envejecer,
morir..., es el único argumento de la obra”.
Othello
es una de las obras que más ha calado en el imaginario común, pero presenta una
complejidad que no aparece en las adaptaciones. Es más que una obra sobre los
celos. En la tragedia es donde se descubre el problema humano en su soledad,
sin dioses. Ha desaparecido el castigo divino y el mal, generado por el odio y
la ambición desmedida, revierte sobre los hombres. Son los únicos responsables.
El peso de la obra recae en Yago y no en el propio Otelo. Son personajes
antagónicos que representan el contraste entre la magia y la razón. Yago es el
pragmático, el cínico, el descreído. Y al fin lleva a cabo su propósito de
poner a Otelo en contra de su joven esposa, Desdémona.

Desdémona
se enamora de un proyecto de vida, de la idealización de Otelo, de sus
aventuras, de sus leyendas. Busca la sublimación del amor paterno; y, a su vez, él busca la consagración de lo filial, lo virginal. (Es, sin duda un proceso
de enamoramiento muy común en la modernidad).
La escena final es una
escena de sacrifico que recuerda a la tragedia clásica. Desdémona sabe que va a
morir y alcanza una idea del bien que es del todo incorruptible. Es imbatible, como lo es la del mal o el odio. Esa es la grandeza de la obra: el bien también forma parte de la condición humana. El ponente lee las últimas escenas: "Esta es la causa, alma mía"...
Aplausos.
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