Roberto Palacios y Adrián Báez
Roberto Palacios, Bebo para casi todos, es escritor.
Imparte clases de creación literaria en un taller del Raval bastante
reconocido, participa en seminarios, acude a presentaciones y administra un blog donde publica buena parte de sus
crónicas con un estilo original. De vez en cuando también escribe alguna reseña
de las novelas que se editan, si así le apetece.
Bebo consigue mantener alto su perfil en las
redes sociales. Su círculo de amigos escritores lo valoran por su honestidad y
su rigor a la hora de reseñar. Los artículos que firmaba en prensa ya eran en
otros tiempos verdaderos referentes para quienes, como yo, estábamos empezando.
Puedo confirmar, porque lo sigo desde hace años, que es un escritor muy
respetado, de aquellos que no caen en la trampa de la alabanza fácil, ni de la
impostura, aunque esto le ha supuesto a veces problemas para publicar y alguna
que otra enemistad. A pesar del tabaco, Bebo tiene un aspecto jovial, o por lo menos así es
como se ve ante el espejo, un cincuentón atractivo que viste camisetas negras y
vaqueros, calza siempre botas de cuero, y luce melena ochentera, a veces
recogida en una cola. Esto lo sé porque así es como aparece en las fotos de
cabecera de su blog.
Adrián
Báez es otro tipo de escritor, es de aquellos que ofrecen al público lo que
quiere leer, lo que le entretiene. Es el ejemplo de autor prolijo que fabrica
en serie sus novelas y ha conseguido profesionalizarse y alcanzar verdadero
éxito. También es activo en las redes aunque delega en la editorial las
actualizaciones y su perfil es algo más edulcorado y artificial.
Adrián
Báez es un escritor de renombre también en el extranjero. Sus novelas de
misterio se han traducido a varios idiomas y es consciente de que hoy en día
hay que tener presencia mediática y publicar a un ritmo frenético. Ha llegado a
presentar en un año hasta cinco novelas, con esta prosa que se impone ahora de
párrafos breves y frases muy muy cortas, en los que, paradójicamente, acontecen
tramas muy complejas y también demasiado previsibles. El éxito de Adrián
también le alcanza para la vida familiar. Casado con Dora Sanz, forman una
pareja muy compenetrada, o al menos, así lo creía él. Son padres de Julia, una
hermosa y lánguida estudiante de Humanidades, a quien no le gustan nada las
novelas que escribe su padre, le reprocha que se haya vendido al mercado y que se
aparte de la literatura de verdad.
Bebo
y Adrián son amigos desde los viejos tiempos de la facultad, donde estudiaban
ambos Filosofía. Compartieron lecturas, novias, días de estudio y muchas tardes
en la cantina del viejo patio de letras.
Yo lo sé porque he leído entrevistas en las que ambos proclaman su antigua amistad,
más o menos de forma decorosa.
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