Había un cielo maravilloso
Vuelvo a la lectura de las Cartas a Katherine Whitmore del poeta Pedro Salinas, en la edición de Enric Bou (Tusquets Editores). Vuelvo a ellas cada vez que siento vértigo y me envuelve la melancolía. La recompensa es inmediata, me hace pensar en la figura del interlocutor verdadero, añorado desde la primera edad, que Carmen Martín Gaite desvela en El cuento de nunca acabar, ese que se aparta de los falsos interlocutores que nos obligan a la narración forzada. Todo en estas cartas de amor de Pedro Salinas a Katherine es verdadero, incluso el universo cerrado y clandestino creado por ellos. En una de las primeras cartas manuscritas, Salinas describe de manera intimista el momento del día al que califica de “Entrada al milagro”. Y yo siento cierto alivio ante el vértigo cuando el texto despliega toda su capacidad de espejo: Madrid, 7 de agosto de 1932 ¡Sí, Katherine, qué terrible, la salida de la clase, ayer, yo solo! Había un cielo maravilloso de esos cielos