La carencia: "Un artista del hambre", de Franz Kafka
Figuras de la santidad moderna, 17 de noviembre de 2022.
La carencia: Un
artista del hambre, de Franz Kafka.
Andreu Jaume.
Buenas tardes.
Bienvenidos a esta segunda sesión de este ciclo “Figuras
de la santidad moderna”. Se trata de un asunto complejo, poliédrico, en
ocasiones difícil de acotar. Hoy empezamos ya a concretar con ejemplos de obras
literarias, y lo hacemos con un autor que resume como ningún otro todas esas
tensiones que hemos convenido en llamar santidad laica o santidad moderna:
Franz Kafka.
He traído una única foto de Kafka, de bebé. En esta foto
impresionante aparece ya esa mirada que atraviesa el mundo y los tiempos, y que
prácticamente se mantuvo idéntica a lo largo de su breve, pero intensa vida.
Pero hoy hablamos de un relato, terminado y publicado en
vida, en el que parecen confluir todos los demás relatos, así como los grandes
motivos de la obra de Kafka.
Obtenemos una imagen del autor como hombre que podríamos
definir descartado, alguien que observa cómo los lazos con el mundo dado, desde
la familia, la vida social, la pareja, la relación con el padre, la historia o
incluso la alimentación, se encuentran en un estadio de segregación, de
arrinconamiento, de adelgazamiento. Desde esa posición observó al mundo y a sí
mismo. Solo había dos elementos de constancia en la vida de Kafka, uno
impuesto: el trabajo y el otro elegido, la escritura.
En su trabajo era muy metódico y pulcro, autor de informes
muy detallados de los accidentes laborales, con una acusada conciencia
política, cercano a los movimientos socialistas de la época y se preocupó mucho
por los maltratados de la vida.
El otro elemento de fijación es la escritura, sin duda lo
más importante de la vida de Kafka; escribir era para él como una forma de
oración. Las correspondencias entre su trabajo y la escritura imaginativa están
muy bien estudiadas (el lenguaje austero y preciso de los atestados, su condición
de judío y de escritor en lengua alemana.)
Walter Benjamin, el mejor crítico y estudioso de Kafka,
describe su literatura como empleado de la imaginación. Y es que se sintió
escindido entre la conciencia de una vida no vivida y la atracción por poder
cumplir con una vida “normal”. Se ve constantemente repelido por esa vida,
huyendo, tratando de evitarla, pero angustiado por la imposibilidad de acceder
a esa condición. Así, la imagen de apartado, de santo se ve reflejada en cada
uno de sus textos. Se presenta a sí mismo como alguien que renuncia al mundo de
los hombres y es el repliegue a la escritura lo que le lleva a relacionarse con
las mujeres por carta (Felice Bauer)
El desplazamiento de la experiencia por la escritura es en
sí misma la definición de la literatura de Kafka, en un sentido prosaico,
trascendental, con vocación mítica, cuyo significado queda latente pero nunca
resuelto.
En los cuentos llama la atención la inmediatez para
atrapar al lector, no hay un narrador que reflexione o que prepare el terreno,
uno está sometido a la presión del ritmo de su imaginación, que es inapelable.
Y la otra cuestión es que sus cuentos utilizan el molde de la parábola, de lo
mítico, pero para llevarnos a un terreno que ya no es interpretable. Otro gran
tema es el del olvido. En sus tramas persiste la sensación de que hay algo que
se ha olvidado, algo muy importante pero que ya nadie recuerda. (en El proceso nadie entiende qué está
pasando y no se acuerdan del inicio) Ese olvido es la causa de que sus
personajes ya no puedan albergar ninguna esperanza.
Las narraciones de Kafka son metáforas de algo perdido,
olvidado, y la mayoría de sus personajes son seres incompletos, descartados,
son como ángeles sin altura, pero que aspiran a la altura porque no saben estar
tampoco en el suelo. Es en esa impotencia donde se pronuncia una especie de
mensaje negativo que sigue siendo turbador.
Un aforismo de Kafka dice:
Hay una meta pero ningún camino, lo que llamamos camino es solo vacilación.
“Un artista del hambre”, relato publicado en 1922 en la
revista Die neue Rundschau, por primera vez y luego formó parte de una
recopilación de relatos en 1924.
La figura del artista del hambre es una figura que
existió: los “ayunadores” se dedicaban a exhibir su ayuno en cajas de cristal o
en jaulas. Seguro que Kafka pudo ver a alguno, es una figura muy afín a su
propia forma de vivir y de relacionarse con la comida, con el mundo y de su
extraña relación con la fisiología. Kafka sufría extrema delgadez, padecía
insomnio, y cierta aversión hacia su propio físico y algunos rasgos del físico
de los demás. Su cuerpo es campo de batalla entre su yo y el mundo. Muestra,
por ejemplo, un imperioso deseo de levitación, de actividad física. Un
precedente claro de “Un artista del hambre” es La transformación, donde se ensaya la desaparición del individuo a
través del hambre. Gregor Samsa muere de inanición, deja de comer poco a poco;
y eso fue una profecía de la propia muerte de Kafka, el cual fue provocando sus
enfermedades para no tener que seguir una vida normal.
Empieza esta narración dejando claro que los artistas del
hambre ya son cosa del pasado. Lo describe como alguien muy dedicado a su arte.
Llega un momento en que se pasa de moda y el artista se une a un circo sin
mirar los detalles del contrato, deja de ser un mero empleado y pasa a ser un
verdadero artista que trabaja por su amor al hambre. Su número queda fuera, en
un lugar cerca de los establos, al lado de los animales. Por eso los padres
llevan a sus hijos a ver los animales y se detienen a ver la jaula del artista
del hambre y les cuentan su leyenda a sus hijos. Era un pequeño obstáculo en el
camino a los establos, a lo animal. La gente se iba acostumbrando pero poco a
poco se empezó a pasar de largo de la jaula. El artista seguía ayunando a pesar
de que nadie contaba los días. La memoria de lo que fue el artista del hambre
se va borrado, ahí está el olvido.
El ayuno era una forma de purificación corporal; aquí se
ha descartado toda relación con la trascendencia. El hambre es una pura
renuncia corporal, ayuno por el ayuno. Se enfada cuando se le dice que la causa
de su tristeza es el hambre, él cree que puede mantener el ayuno durante mucho
tiempo. Es la expresión somática de la animalidad.
Llega un momento en que el artista del hambre es olvidado completamente en su jaula y el inspector le pregunta que por qué ayuna:
-Porque me es forzoso ayunar, no puedo evitarlo -dijo el ayunador.
-Eso ya se ve -dijo el
inspector-; pero ¿por qué no puedes evitarlo?
-Porque -dijo el artista
del hambre levantando un poco la cabeza y hablando en la misma oreja del
inspector para que no se perdieran sus palabras, con labios alargados como si
fuera a dar un beso-, porque no pude encontrar comida que me gustara. Si la
hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría
hartado como tú y como todos.
Estas fueron sus últimas palabras, pero todavía, en sus ojos quebrados, mostrábase la firme convicción, aunque ya no orgullosa, de que seguiría ayunando.
Aquí ya vemos al propio Kafka como un artista del hambre,
alguien que ya no encuentra nada con lo que alimentarse en la tradición
literaria. ya no oye nada. Hay solo un vacío, es el olvido de la doctrina de
sus palabras. Sus cuentos son la representación de unas ruinas, pero sus cartas
y diarios acusan también la extinción de la experiencia.
La aparición de la joven pantera al final para sustituir
al artista del hambre es muy significativa. Se llena la jaula de vigor, de
alegría y fertilidad. Se limpia el resto humano, el residuo humano. El camino a los animales, a los establos ya
está despejado y limpio.
Para concluir, afirmamos que la obra de Kafka se mueve
entre un extremo que no es místico y otro que tampoco es nihilista, sino que
dedica una atención a todos los seres vivos. Su santidad es una forma de buscar
una salida.
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