Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta
Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta.
De los remotos días.
Publicada en 1952, es la única
novela del periodista y diplomático Julián Ayesta (1919-1996), autor de algunas
obras de teatro como Simplemente así (1943),
La ciudad lejana (1944), o El fusilamiento de los zares (1961) y de
algunos relatos recogidos en antologías del cuento español de posguerra. Helena o el mar del verano es una obra
singular, tanto por su condición de única, como por sus rasgos de estilo, ya
que ha sido calificada de novela lírica y como una de las novelas breves más
hermosas e importantes de la narrativa española de posguerra.
Es
una evocación a los días felices de la infancia, de los veranos en familia en
las playas de Gijón, cuando los colores del sol y el cielo son los artífices de
la magia. La cita inicial pertenece a la Égloga
I, de Garcilaso y nos ilustra sobre la idea general y el estilo del libro:
Por ti la
verde hierba, el fresco viento,
el blanco
lirio y colorada rosa
y dulce
primavera deseaba.
El juego de epítetos evoca
irremediablemente a los sentidos de la vista, el tacto, el gusto,...Y la
segunda de las citas, de Sombra del
paraíso, de Vicente Aleixandre, nos anuncia la añoranza de los “remotos días/ en que el amor se confundía
con la pujanza de/ la naturaleza radiante…” Naturaleza y amor como eje
temático nos transporta a la lírica del Renacimiento, con trazos como el
neoplatonismo amoroso y el vitalismo cristiano, además de la búsqueda del
equilibrio y la simetría tanto en el estilo como en la estructura.
La
novela se compone de tres partes: VERANO, INVIERNO, VERANO OTRA VEZ, y confirma
un movimiento circular, a pesar de que no aparecen referencias de precisión
cronológica. La primera y la tercera partes contienen cada una tres capítulos
que narran escenas de felicidad del muchacho protagonista y narrador; escenas
familiares en días de sol, con luz del verano asturiano que enmarcan el
descubrimiento de un primer amor y su reencuentro en el siguiente verano, en
plena adolescencia. La segunda parte, “En invierno”, marcada por la separación
de los protagonistas, está narrada mediante el recurso del monólogo interior.
El invierno es el frío, la estación de las sombras y el pecado. Aparecen los
remordimientos, la tentación, el debate interno sobre la religión y las
inquietantes horas de silencio en “el
cuarto del Padre Espiritual”. Es la otra cara de la moneda en el viaje
interior del protagonista en su proceso de formación para la vida adulta.
En
las primeras escenas, el narrador es un niño: “Los niños teníamos miedo.”, que describe mediante imágenes
sensoriales escenas familiares que parecen estampas, con estilo fragmentario y
la adición de elementos: “Y había… y...y..” Abunda el uso del tiempo verbal en
pretérito imperfecto con valor durativo. El protagonista tiene conciencia de
que está evocando recuerdos y de que está narrado desde sensaciones tan
subjetivas que a veces le hacen dudar: “Pero
no, no es así, no puedo explicarlo…” Hace una revisión del pasado y
despliega un estallido de evocaciones a través de los sentidos. “Me hubiera gustado que el mundo se parase en
aquel momento.”
Del estilo
Es todo un ejercicio de taller de
literatura la revisión de los recursos que aparecen en esta novela corta donde
todos los veranos están evocados en un verano de la infancia, decisivo e
idealizado desde el presente. Así, entre otros rasgos de estilo, podemos
destacar:
● Imágenes e impresiones sensoriales
reflejadas en espacios naturales como el mar, el bosque, el cielo: “Olía a fresas de mayo y a sol azul”, “La
playa estaba llena de sol color naranja y había nubes blancas y olía a tortilla
de patata.”. Las sensaciones impregnan la evocación del paisaje.
● Cromatismo. El narrador utiliza a
menudo la familia léxica de la palabra LUZ. La luz matiza todos los colores y
cambian de tonalidad. La adjetivación recuerda al cromatismo de Machado porque
los colores califican objetos y paisajes, matizan el tono del sustantivo y se
asocian a los elementos de la naturaleza. “Paja
amarillenta, prados verdiamarillentos, salsa rojizo-verdosa. Además,
aparece la gradación: “el mar estaba
primero verde y luego verde más oscuro, y luego azul, y luego añil, y luego
casi negro.” Luz es claridad y se asocia a la felicidad (luciente, trasluz, contraluz, lucir, relucir).
También destaca el campo semántico de luz: sombra,
penumbra, oscuridad, brillante, mates...
● Las sinestesias: “El fragor fresquísimo de los robles cuando
entraba una ráfaga de brisa azul y salada que venía del mar.”
● Destaca el estilo conversacional en
la narración del protagonista con marcas de oralidad: los giros coloquiales,
los paralelismos: “Y había…+ SN”
● Las repeticiones enfáticas, los
paralelismos, las metáforas, las comparaciones…
Lectura de un fragmento de la
novela:
2. EN LA PLAYA
Por la tarde la playa estaba llena de sol color naranja y
había nubes blancas y olía a tortilla de patata.
Y había cangrejos que se escondían entre las peñas y los
niños éramos los encargados de enterrar las botellas de sidra entre la arena
húmeda para que no se calentasen.
Y todos decían: «Qué tarde más preciosa», y los novios se
sentaban apartados y cuando empezaba a oscurecer y todo estaba lila y morado
estaban con las caras muy juntas sin hablar nada, como confesando.
Pero lo mejor era el baño por la tarde, cuando el sol bajaba
y estaba grande y cada vez más encarnado, y el mar estaba primero verde y luego
verde más oscuro, y luego azul, y luego añil, y luego casi negro. Y el agua
estaba caliente, caliente, y había bandos de peces muy pequeñinos nadando entre
las algas rojizas.
Y daba gusto bucear y pellizcar a las mujeres en las piernas
para que gritasen. Y luego que papá y tío Arturo y el marido de tita Josefina
nos subiesen sobre los hombros y nos dejaran tirarnos desde allí al agua.
______________________
Y ya era cuando empezaban las estrellas.
Y de vez en cuando se veía un trozo de mar muy oscuro que
daba miedo pensar en estar nadando por allí solo, solo.
Y papá y tío Arturo pidieron a tita Josefina que cantase
«Tengo tres cabritines», y ella se puso toda colorada y dijo que cómo iba a
cantar delante de toda aquella gente, y todos se rieron.
Y de repente se acercó un hombre que apestaba a vino y dio
una palmada a papá en la espalda y le dijo no sé qué.
Y papá lo miró como atravesado y en seguida pagó la cuenta y
marchamos.
Y se oía la música que tocaba en un baile porque era
domingo.
Y cuando llegamos a Gijón íbamos todos callados, como
tristes.
Y las luces de las calles eran tristes.
Y en la playa se veía el Club de Regatas lleno de bombillas
de colores.
Y había mucha gente en la calle y pasaba tocando una banda
de música.
Y pasaban automóviles con ruedas blancas.
Y las calles estaban regadas y brillantes y negras.
Y olía a neumático caliente y a colonia y a mar.
Porque estaba en Gijón el Príncipe de Asturias.
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