El Quijote y la novela moderna
El
Quijote y la conquista de la realidad.
Ignacio
Echevarría
CCCB
Institut d´Humanitats de Barcelona
Hemos
llegado abriendo paso entre la lluvia, y es que a la ciudad le ha
dado por llover en este noviembre. Gris oscuro en el aire y en las
calles. Ignacio Echevarría ya espera en la entrada del aula. Se le
han mojado los zapatos y tal vez piensa que nadie vendrá a verle
esta tarde. Pero no es así. Agradece que estemos ahí a pesar de la
lluvia.
Y añade: “Estoy encantado de que nadie me presente.”

Décadas
antes de el Quijote,
se escribió la que podría ser la primera novela moderna, por lo que
tiene de conquista de la realidad: El
Lazarillo de Tormes.
Por vez primera un texto se presentaba al lector, con elementos
idénticos a los de la realidad del lector. Tan solo dos aspectos
hacen pensar en la falsedad de lo que se narra: sus bajos orígenes y
la afirmación de su condición de cornudo al final. Ambos determinan
su carácter ficcional. Se lleva la realidad a la ficción y prepara
el camino para el Quijote.
La
novela moderna surge, pues, del hecho de la conquista del realismo.
Y
no es casualidad que el realismo se abra paso como conquista de la
imaginación, cuyos términos se someten a la realidad y no al revés.
La novela tiene que ser heredera de las formas épicas del pasado,
es un segregado de la historia, la perversión de una historia que se
daba por verdadera. Se trató de emplear la prosa como legitimadora.
El verso sí era literatura, pero la prosa no. Era el vehículo del
derecho, de la filosofía, de la oratoria..., de lo real. Optar por
la prosa era apostar por el límite entre la realidad y la ficción.
El
Quijote
plantea una realidad verosímil y trasladaba al lector la posibilidad
de aceptarla o no como verdad. Debe juzgar por sí mismo. El cronista
duda de que eso que se cuenta sea verdad (parte II, cap. XXIV):
No me puedo dar a entender ni me puedo persuadir que al valeroso don Quijote le pasase puntualmente todo lo que en el antecedente capítulo queda escrito. La razón es que todas las aventuras hasta aquí sucedidas han sido contingibles y verisímiles, pero esta de esta cueva no le hallo entrada alguna para tenerla por verdadera, por ir tan fuera de los términos razonables.
En
la nota a pie de página, lo apunta Francisco Rico: “Cide Hamete
requiere al lector a intervenir como si fuera el juez del
comportamiento de los personajes y el que sopesara la autenticidad de
la narración.”
Así, esta historia nace como género consciente de sí misma. Está
en ella la ironía, el relatismo, el diálogo, la polifonía, la
metaficción (por cuanto trata el problema de escribir novelas). Su
exigencia de verosimilitud se halla en la tensión con el gusto por
la narrativa de aventuras o imaginativa.

Es la historia de un loco que se cree
todo aquello que lee.
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