Marguerite Yourcenar, Memorias de Adriano
El arte de la novela, 3
Martes, 3 de mayo 2016
Las Memorias de Adriano, de la novelista de origen belga Marguerite
Yourcenar (1903-1987) se publicaron en 1951. Se trata de unas memorias
imaginarias a las que vuelvo a menudo en busca de las frases subrayadas en
varias lecturas. La primera sorpresa agradable ha sido constatar el recuerdo de
que mi vieja edición de la novela (1989), de Círculo de Lectores, es la
traducción del francés original que hizo Julio Cortázar en 1955. Releo las
lúcidas palabras de Adriano, con sesenta años; cuando, tras una visita a su
médico Hermógenes, le confiesa a su “Querido Marco”:
María del Mar García López, la
ponente de esta tarde, se presenta ante una sala como siempre abarrotada. Dice
que no es una especialista en la obra de Yourcenar, aunque se ha documentado
para la charla de hoy. Se presenta en categoría de lectora: Soy una lectora de Yourcenar, dice. Y
señala que Memorias de Adriano es un
libro de lenta lectura, por su alta erudición. Lo describe como una meditación
sobre la soledad, el amor, la libertad, la muerte; en definitiva, sobre la
condición humana. Y es que la autora pretende descubrir, a través del
personaje, un sentido a la vida.
La
novela aparece envuelta en otros discursos, lo que llamamos, paratexto y que
consiste en los Cuadernos de notas a las
“Memorias de Adriano” y en un documento largo que la autora denomina NOTA. Asistimos, pues, a un
desdoblamiento crítico de la voz narrativa y el lector navega entre voces
diferentes. Estos textos demuestran la gran erudición de Yourcenar sobre el
mundo clásico, ratificada por historiadores y por la gran acumulación de
fuentes contrastadas, desde Séneca, la Ilíada, Maquiavelo y; sobre todo,
Montaigne, en ese sentido de la humildad a la hora de contarnos casi al oído,
el producto de la reflexión. Reconstruye los treinta años del reinado del
emperador Adriano
Memorias de Adriano
fue una novela de larga gestación, entre 1924 y 1929. A los 45 años, la
escritora se enfrenta al reto de terminar su novela, tras el hallazgo casual de
la página amarillenta, escrita veinte años atrás donde decía: Empiezo a entrever el perfil de mi muerte.
El proceso de escritura le lleva tres años. En el Cuaderno apunta:
Este
libro es la condensación de una enorme tarea hecha solo para mí. Me había
habituado, todas las noches, a escribir de manera automática el resultado de
mis paseos imaginarios por la intimidad de otras épocas.
Describe
además cómo intenta impregnarse de Adriano y así consigue la simpatía, en el
sentido de equilibrio entre erudición e intuición. Esto es lo que separa a esta
novela del género de la novela histórica al uso. Se sirve la historia para
adentrarse en la naturaleza humana. Aquí aparece un componente ideológico.
Adriano habla, y el relato de su vida le permite hacer un balance para
enfrentarse a la muerte con los ojos abiertos, sin miedo, con tranquilidad.
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