Seguí a mi amigo Pablo por todas partes durante aquella semana, desde el episodio en la librería
donde le noté como raro, cambiado. Recuerdo que justo tres días antes de los
hechos, pasamos la tarde recorriendo la ciudad en busca de algunos libros que
necesitaba para su artículo. Bajamos
por la calle Balmes y entramos en la librería Alibri.
Allí buscamos un libro
del sociólogo Díaz-Salazar, experto en estos temas. Pablo siempre rastrea los
libros sin ayuda. Nos gusta así. Él tampoco acude a los dependientes hasta el
último momento, cuando no te queda otro remedio, tan solo si llegas al último
estante y no has encontrado al autor que buscabas. Antes de salir, creo que
hojeé un libro del escritor mexicano Juan Villoro. Recuerdo que Pablo se rascó
nerviosamente la cabeza y cayó en la cuenta de que en esta librería, los libros
de Villoro aparecen ordenados junto a los de Vila-Matas, por una mera cuestión
alfabética. Eso fue como una revelación, o mejor dicho, bibliomancia en estado
puro: entrar a formar parte de un universo metaliterario, como en la
conspiración de una sociedad secreta. El libro de Vila–Matas cayó al suelo y se
abrió por una página al azar.
Pablo leyó en voz alta:
Solo
puedes crear ante la muerte un instante de belleza o de compasión a cambio de
nada.
Tras anotarla comentamos
que escondía muchos sentidos, que se podría atribuir a un suicida, a un
asesino, o a un guía espiritual. Pero al llegar a casa descubrí algo aún más inquietante: el verdadero autor de la frase era Julio Cortázar.
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