Juan Villoro, "La tierra de la gran promesa"
Noviembre, 2021
Uno de los últimos miércoles de
noviembre, una tarde lluviosa y fría en Barcelona, pero acudo a la Biblioteca
Agustí Centelles para ver y escuchar a Juan Villoro. Está de gira promocional
de su nueva novela La tierra de la gran
promesa y venir hoy aquí es como volver a sus clases de Literatura. Es
alto, muy alto. “Qué alto ha sido
siempre”, susurran a mi espalda desde la fila de atrás cuando Villoro
aparece, tan afable como un mago dispuesto a conversar. Anna María Iglesias
presenta la novela, dice que es una obra compleja pero en el buen sentido,
compuesta de varios sustratos.
En México, en 1982, tuvo lugar el
trágico incendio que acabó con la Cineteca Nacional, en el que hubo varios
muertos y desaparecidos, y se perdieron para siempre miles de cintas, guiones,
libros y material de archivo. El día del incendio se proyectaba la película La Tierra de la gran promesa. Todo se consumió por el fuego, hay
conjeturas sobre el suceso, pero lo cierto es que desapareció la memoria
cinematográfica de un país. De la realidad a la ficción, el protagonista, Diego González,
estudiaba cine por entonces y la vivencia del incendio será una de sus
heridas abiertas del pasado, junto con otros sucesos. Diego sale huyendo de
México y sigue su carrera en Barcelona, ciudad a la que llega con su mujer, que
es mucho más joven que él (de la generación que despertó del sueño de las
utopías). Villoro comenta que la novela tiene que ver con Barcelona porque
todos tenemos una “tierra de la gran promesa”.
Diego habla en sueños, y su mujer,
que es sonidista, decide grabarlo, y de algún modo lo interpreta. Así una
primera cuestión: ¿Qué control tenemos sobre lo que contamos? Él no es consciente de lo que cuenta en
sueños pero sí controla lo que registra en sus documentales. Los sueños funcionan
a veces como material literario o mecanismo de escritura (escribir como si se
soñara).
“A veces escribimos o contamos de manera
sonambúlica. Mi personaje dice palabras sueltas pero ella se da cuenta de que
es una pesadilla recurrente que lo motiva a decir. El discurso nocturno se
acentúa en Barcelona. Se dedicaba a temas peligrosos en México y cuando se
relaja, en la calma de Barcelona, autoriza a su inconsciente a que retorne una
culpa, una herida del pasado. Empieza aquí a soñar más activamente. Hay un
viaje de ida y vuelta entre lo consciente y lo inconsciente. Esta relación
entre la realidad y la ficción marca las líneas narrativas de la novela. Buñuel
decía que el cine era un sueño dirigido.”
“Roberto Bolaño decía que se sentía
culpable de los crímenes de Pinochet. Y es que ser testigo te responsabiliza y
te hace sentir culpable. En la novela hay también una reflexión sobre eso. El
documentalista es hijo de un notario que lleva una vida normal pero que también
guarda algún secreto, como todos. García Márquez decía que solo la Literatura
te permite entrar en las tres capas de los personajes: su vida privada, su vida
pública y su vida secreta. Una función de este notario es aplicar un principio:
convencer a los deudos de que la voluntad última es caprichosa. Muchas veces, las
“últimas voluntades” suelen responder a caprichos del difunto. Su hijo, en
cambio, sí quiere ver el origen de las cosas y llegar al fondo de los hechos.”
“La
Literatura es un reino de la libertad, frente al cine. Los guiones pueden ser
intervenidos o ajustados por el productor. Hay una ley moral del periodismo que
es la protección de la fuente, pero en ocasiones no se controlan todas las
informaciones. Alguien puede intervenir en ellas. El protagonista se refugia en
el documentalismo porque no puede hacer cine y porque le supone un riesgo y le
pone en cierto peligro que él mismo busca para liberarse de su “culpa”, la
culpa de haber realizado un documental para entregar a un narco. Cuando retrata
la realidad no controla totalmente lo que está filmando. Se convierte en vocero
de intereses del crimen organizado, su vida con los ojos abiertos se vuelve tan
incontrolable como cuando está hablando dormido. El destino lo atrapa también
en Barcelona.”
Retomamos
el tema de los sueños o el sueño como material literario. En el surrealismo, el
monólogo interior tiene que ver con la voluntad de hallar un camino hacia las
palabras del subconsciente. La mujer que recopila lo que él dice, no le cuenta
nada.
“Ella tiene la grandeza de buscar las palabras porque siente que él está torturado por algo, pero que una vez que las tiene, no le recrimina nada. Hay una sabiduría de la escucha, saber oír, saber utilizar el oído. Se da cuenta de que su primer amor también sabía escuchar.”
“En el taller de Tito Monterroso,
(que era muy severo y donde casi daba miedo presentar un cuento) queríamos narrar
con personajes en estados alterados de la conciencia, pero él nos decía que eso era
confusión, que había que dotar al texto siempre de una lógica. Kafka es un ejemplo de
una “lógica soñada”; y en Pedro Páramo, de Rulfo, aparece
una realidad sonámbula, o un sueño convincente y revelador. Una revelación
soñada.”
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