Leer o morir
Cuando empieza un nuevo curso, y presentamos las lecturas a los alumnos de Bachillerato, lo hacemos con mucho cuidado para no asustar su
sensibilidad de jóvenes indolentes y para despertar en ellos cierta
curiosidad.
¿Qué sentido tiene estudiar Literatura en en siglo
XXI? ¿Qué finalidad? ¿Qué es un clásico?; Y, sobre todo, ¿Por qué
tenemos que leer a los clásicos?
Son preguntas interesantes que
merecen una reflexión previa en el inicio de un curso de Literatura
en el que habremos de convivir con Cervantes, con los poetas del
siglo de Oro, y también con Federico García Lorca.
Es
muy difícil llevar a la práctica el propósito de
fomentar la lectura y la escritura desde el aula. Tenemos que leer
seis obras, seis clásicos de la literatura, que abarcan desde el
Renacimiento hasta nuestros días. “Tenemos
que”
es una perífrasis verbal de obligación. Y, no vale engañarse, la
obligación contiene semas que se oponen a la creatividad, al placer
de leer, al puro deleite gratuito de lo estético. No hay más opción
que leer o morir. Hemos de intentarlo. Si abordamos las lecturas
desde la propia vida, desde el intento de conocernos, de leernos a nosotros mismos y a los demás, entonces
empezarán las preguntas y algunas respuestas.
Leer es pensar, y aunque pueda destruir nuestras certezas, pensar libremente siempre nos permitirá un nuevo comienzo.
Recuerdo
aquí la cita de Marcel
Proust:
“Solo mediante el arte podemos salir de nosotros mismos, saber lo que el otro ve desde ese universo que no es el mismo que el nuestro, y cuyos paisajes nos serían tan desconocidos como los que pueda haber en la luna”.
(Aparte)
* Llevarles hacia un breve coloquio sobre la finalidad del arte.
Siempre funciona.
¿Por
qué habéis elegido esta materia en vuestro último año de
Bachillerato? Seguramente por motivos prácticos como:
Parece
más fácil. Habrá que leer y no tanto estudiar o memorizar. Está
todo en internet. Los comentarios de texto se pueden copiar. Buscas
los resúmenes y ya te sabes el argumento, los personajes,...
Luego está el tópico del aburrimiento, de la pereza, leer requiere
detener el tiempo que nos rodea, momentos de quietud y soledad. Quizá
también de huida, o tal vez de refugio. Y hoy tenemos al alcance
muchos medios para evadirnos, para no pensar, para no concentrarnos,
para no detener el tiempo.
La
lectura es un proceso para la interpretación de signos gráficos por
medio de recreaciones mentales que permiten ver lo que no está
presente. Esto es, leer es imaginar
una
realidad. La lectura despliega de inmediato su capacidad
transformadora y convierte un mero objeto-libro en un mundo, en un
relato. Si realmente entramos en un libro, una historia, lo hacemos
con la imaginación. Se produce un desplazamiento de realidad.
“Ver
lo que no está presente” (sí, pero en interpretación subjetiva,
individual) es todo un reto y un descubrimiento que siempre suma.
Otros medios nos lo ofrecen ya cocinado, sin necesidad de imaginarlo,
de recrearlo. La capacidad de imaginar no es una condición natural
del ser humano, sino que necesita ser ejercitada.
Si no
adiestramos nuestro cerebro en la costumbre de leer, se pierde
interés y la lectura se vuelve una tarea cansada y sin sentido,
quizá porque ya hemos perdido la capacidad de relacionar las ideas
impresas con nuestra vida diaria. Curiosamente, cuando leemos en
clase, o para la clase, el proceso no acaba en cada uno de nosotros,
sino que se extiende al comentario de lo leído. Así, obtenemos
algunas respuestas y muchas preguntas.
LEER
para absorber, asimilar, emocionarnos, pensar, razonar las
contradicciones, defendernos, estimular el espíritu crítico,
hacernos preguntas, cultivar nuestro sistema de creencias, dotarnos
de estrategias frente al intento de manipulación, adentrarnos en la
condición humana. La lectura como refugio, como abono de los sueños.
Desde
tiempos muy antiguos viene la idea del canon de aquellas obras dignas
de imitación, que comportan un valor permanente, perdurable en el
tiempo y en la memoria. Más cercanas son las definiciones de Italo
Calvino en Por
qué leer a los clásicos, como aquella de que los clásicos son en realidad relecturas, o la
que afirma que un clásico es
un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.
“Clásico es todo libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes”.
Leer a los clásicos nos hace más libres a la hora de comprender las pulsiones y los modos de comportamiento humano. Cada arquetipo de héroe se halla en el fondo de nosotros mismos.
Para cerrar el círculo recordamos que un clásico es un libro que se
presta a incesantes revisiones e interpretaciones;
nos
permite una indagación en el conocimiento del ser humano, no caduca,
es moderno; es un
libro, en
palabras del propio Calvino,
que nunca termina de decir lo que tiene que decir, de
ahí que su potencial recorrido se antoje infinito.
«Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él».
http://www.siruela.com/archivos/fragmentos/Leerclasicos.pdf
Por
qué leer los clásicos.
Italo Calvino
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