Martes,
7 de abril. “El Arte de la novela
europea s. XX. 2”
Ignacio
Echevarría aparece risueño y relajado. El coordinador, Jordi Llovet, lo
presenta como un gran intelectual y crítico literario. Hoy viene a hablar de un
novelista francés maldito, Céline, y de su Viaje
al fin de la noche, publicada en 1932. Apunto que se trata de la primera
gran novela que transcurre en el siglo XX. Es cierto, los grandes antecedentes
de Joyce y Proust narran mundos de finales del XIX. Esto me hace pensar en
aquello de tomar conciencia del nuevo siglo. Tras detallar la tumultuosa
biografía de Céline (antisemita declarado), a partir de su alistamiento
voluntario en la I Guerra Mundial, en la que fue herido y condecorado, Ignacio
Echevarría intenta explicarnos los motivos de la polémica suscitada en Francia en
2011 en el 50 aniversario de su muerte y que llevó a la no celebración.
Viaje al fin de la noche (1932) fue su primera novela. Es una
obra de gran complejidad moral, ética y literaria. Carga contra la carnicería
que fue la guerra del 14, contra la colonización de África, contra el progreso,…
En la cuarta parte de la novela narra el descenso a los infiernos de los
suburbios de París y el viaje se hace interior. El personaje se propone
contarlo todo, todo el horror, va a las entrañas del cuerpo social, que son el
centro de ese viaje. Es un viaje a la muerte y la muerte es la nada.
Pero
me impresionan las palabras sobre la reducción del ser humano a su desnudez,
sobre el concepto del “nihilismo médico”, sobre el descubrimiento del horror
del cuerpo o el shock que produce lo que hay bajo la piel a quien lo tiene por
oficio (cirujanos, forenses). El propio Céline ejerció como médico higienista.
Hijo del positivismo y del psicoanálisis, queda atrapado por la fascinación del
acto de la disección, por la nada que es el cuerpo humano, por lo que se ve
bajo la piel.
La
novela obtuvo una gran difusión y dinamitó la posibilidad de prolongación de la
gran tradición francesa. Echevarría habla de Céline como el anti modelo de
Proust: “el anti Proust”. Y es que estamos frente a un alarde de estilo, que
busca dar a la escritura la naturalidad de la lengua hablada. Está ese efecto
de vivacidad, de hablar completamente de la vida alrededor, de un mundo que ya
es el nuevo siglo XX.
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