De la magia de lo cotidiano
Hace unos días, entre los muchos
comentarios que ha provocado la muerte de García Márquez, hubo una reflexión en
facebook que decía más o menos: «Si
es mágico, no es realismo». Tal afirmación formaba parte de un
listado de frases algo rebuscadas para crear polémica y reflexión en la red
social. El autor del comentario, joven escritor-premiado, logró su objetivo,
además de demostrar su erudición, y sumó numerosas réplicas y los populares «Me gusta».
El enunciado «Si
es mágico, no es realismo», que más parece un silogismo de
contrarios, se quedó dando vueltas en mi cabeza y empecé a construir una
argumentación. García Márquez trabajó la crónica periodística (el periodismo
como oficio, siempre) a partir de
historias sobre lo cotidiano. Pero está en la forma de contarlas donde se halla
la maestría: describe con sorpresa, como novedosos los asuntos de siempre. Lo
cuenta con perplejidad, con asombro. Y lo convierte en literatura. Presentar lo
común en un tono legendario, por ejemplo, un tono narrativo de oralidad, de
ensoñación, es una técnica, un rasgo de su estilo.

Si la realidad está constreñida por
las leyes y normas que la rigen, la literatura carece de otros límites que no
sean la propia imaginación o la re-creación de otros mundos u otras realidades.
La literatura se presenta siempre como la otra cara de la realidad. Recuerdo
ahora las palabras de Claudio Magris en Utopía
y desencanto, que casi parecen un aforismo: La utopía da sentido a la vida, porque exige, contra toda
verosimilitud, que la vida tenga un sentido; don Quijote es grande porque se
empeña en creer, negando la evidencia, que la bacía del barbero es el yelmo de
Mambrino.

En Relato de un náufrago, García Márquez utiliza la voz del
protagonista como narrador, es una voz sobria, sin voluntad de estilo, pero que
activa el mundo interior del personaje. Aquí el escritor reinventa lo común,
imagina una historia pero le pone la voz de otro narrador.
La verosimilitud queda a salvo, lo
mágico o fantástico aparece en planos incipientes de realidad, porque el estilo
(o la técnica) ahí nos lleva.
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