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Thomas Mann, La montaña mágica

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CCCB (4) "Para nosotros, los de aquí arriba"  Hoy la lección corre a cargo de Marisa Siguán, catedrática de literatura alemana en la Universidad de Barcelona. Es presentada por Jordi Llovet de manera cálida, se deja ver cierta complicidad entre ellos.  La tarde acompaña en la hora del eclipse de luz, con estelas que me envuelven y me llevan hasta una silla que no es la misma. Casi por azar he elegido otro ángulo, más cercano a la puerta. Así saldré de la sala antes de que acabe el acto sin llamar la atención. Quiero acudir a la librería Altaïr, donde se presenta de nuevo el libro de relatos, Nómadas y donde se va a conversar sobre la muerte y sus ritos. Marisa Siguán nos ha dejado en la entrada una hoja con las citas más relevantes de La montaña mágica . Todo un detalle que también acompaña a la melancolía. Todos leemos a la vez cuando ella lo hace en voz alta y se produce una suerte de liturgia, de rito pagano en torno a la literatura.  La novela na

CCCB William Faulkner, Mientras agonizo

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El arte de la novela en el CCCB (3) Martes, 18 de enero. Vuelvo al CCCB. Hoy nos han cambiado la ubicación del evento. La lección se impartirá en el flamante hall del auditorio, la sala principal de Kosmópolis o Festival de Literatura de Barcelona. Hay en el ambiente cierto nerviosismo y desorientación. Algunas de las caras que me acompañan ya me suenan, ya las reconozco y parece que ellas a mí. Lo que no ha cambiado es la edad del público y la manía de reservar los asientos. Suenan timbres de móviles a mi alrededor. Giro la cabeza y veo a una mujer que teclea sobre una foto de su nieto. Otras llaman a sus amigas, a las de los asientos reservados para anunciarles el nuevo espacio. « ¿Qué toca hoy? » , oigo a mi espalda. « Faulkner, uno de los aburridos » , le responde otra voz madura. Cada martes se hace más patente que el interés general del público asistente no es tanto la literatura sino la socialización, el dejarse ver, cruzar comentarios, mirarse en el aspecto de los ot

CCCB Virginia Woolf y La señora Dalloway

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El arte de la novela en el  CCCB  Martes, 11 de marzo. Segunda lección del curso El arte de la novela, dedicada hoy a Virginia Woolf. El ponente es D. Sam Abrams, y también es presentado por Jordi Llovet con una catarata de elogios, de corrido y sin vocalizar que tanto me recuerda a otro Jordi. Yo había entrado algo temprano y, como si mis pies decidieran por mí, me llevan a la misma silla de la semana pasada. No se llena la sala por completo y me parece que el auditorio es más joven esta vez. Mientras espero, un señor muy educado se sienta a mi lado y comentamos algo sobre la manía que tienen algunos de reservar asientos en buenas posiciones para que luego se retrase o no aparezca la persona en cuestión. « La señora Dalloway dijo que las flores las compraría ella . » Siempre me gustó este arranque de novela. Suele utilizarse como ejemplo del estilo indirecto libre, porque aparece una zona común entre el universo del personaje y el universo del narrador, ambos se

CCCB A vueltas con el Ulises de Joyce

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A vueltas  con el Ulises de Joyce   El arte de la novela en el   CCCB Martes, 4 de marzo, 19h. Un cielo rosado asoma por la ventana del primer piso en el aulario del CCCB. Asisto a un curso sobre novela que patrocina el Instituto de Humanidades de Barcelona. Sala en forma de L, suelo de madera ideal para una tarde de baile. El techo abovedado en cuatro cuadrantes. En el Aula 1 una multitud se está acomodando en sus asientos para escuchar la lección que inaugura el curso: Ulises, de James Joyce, dentro del título « El arte de la novela. La novela europea del siglo XX » . La media de edad del público, altita, o mejor, muy alta o altísima. No sé qué hago aquí, suele tener razón siempre quien me frena. En tiempos de crisis, los jubilados son clientela segura y, la cultura se vende a un público preparado, lector de gusto educado antes y ahora. He de reconocer que una mayoría nada silenciosa somos aquí señoras, de media de edad alta, o mejor, muy alta. Me siento en un silla con

CIUDAD DE SOMBRAS. Libro de relatos

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Editorial Playa de Ákaba ISBN   9788494145186   "El escritor de ficción nunca dejará de ser un hombre imaginativo, nunca se transformará en puro investigador de la realidad (…) aprovechará la primera ocasión, llevado del hastío o de la costumbre, para inventar sus propios enigmas y sustituir la realidad objetivada por una ficción de su cuño.” La inspiración y el estilo (Alfaguara, 1999) Juan Benet ,        DE LA MATERIA DE LOS CUENTOS       1. La hora regalada. Narrador no fiable, desorientado, objeto y héroe de la venganza. 1º persona. Homodiegético, porque está dentro. Y autodiegético porque refiere experiencias de su propia vida. Guiños a algunos críticos y articulistas. 2. Morir mañana. El narrador escribe e inventa su propio devenir. Es el interlocutor de otros personajes. Falsa 3ª persona. Hace ficción de su muerte. 3. Historias del Evelyne. Guiño a la novela picaresca. Yo autobiográfico de ascenso social. Ironía. 4. El alca

La Tere

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La Tere Desde que se le murió este hijo, la pobre Tere es que no levantó cabeza. No dormía por las noches y ya ni se hacía de comer. Bueno, eso sí, cada semana  amasaba y cocía pan, y el aroma que emanaba el horno subía por el patio de luces y se adentraba por todas las galerías. El caso es que la Tere empezó a descuidar todas sus labores, se olvidaba de las cosas, hasta de asearse, que algunas veces si te la cruzabas en el ascensor, dejaba un tufillo a rancio ahí dentro que te tiraba para atrás. Se desmemorió de todo menos de  la soledad. Y muchas veces por el patio se le escuchaba hablar con el hijo muerto, bueno mejor diremos que con el tarro de las cenizas, porque paseaba la urna o como se llame ese cacharro por donde ella iba del piso. Hasta las vecinas le seguíamos la corriente por no contrariarla y yo, haciéndome la tonta, también porque me daba pena, le pregunté muchas veces por el chico, si había comido bien, si estaba tranquilo, si ya lo había echado en la cama. Se q

La vida detenida

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La vida detenida Para cuando el testigo y la víctima acudían a su cita en el paseo, la tarde era desapacible y el aire batía diminutos y alados granos de arena. Julia Tello salió apresurada del hotel a eso de las tres y media.  En el ascensor repasó mentalmente el número de la habitación, la 1002, planta décima. Las vistas a la ciudad eran de pantalla panorámica. Se había recogido el pelo en la nuca con un broche de carey y vestía un blusón estampado en tonos tierra y rojos que la rejuvenecía. Ante el espejo del ascensor se dijo que cincuenta años dan para muchos tientos más allá de los tópicos de la cifra redonda. Cargaba un bolso grande, quizás algo inapropiado para dar un paseo por el mar. Tanteó durante apenas tres segundos la posibilidad de volver a cambiarlo pero el ascensor se detuvo en la quinta planta y fue entonces cuando clavó sus ojos en el luminiscente número cinco y pensó en la posibilidad de congelar su propia imagen en su retina. A este lado del espejo, su muert