El pálido reflejo del pensar


El pálido reflejo del pensar
Hamlet (Tercer acto), traducción de Tomás Segovia
El gran teatro del mundo.
Las tragedias de Shakespeare

Andreu Jaume

        Vuelvo a las clases de Literatura después de algunas semanas y la tarde, de repente, se ha tragado la luz que entonces clareaba las paredes del Aula 1. Noviembre parece un buen mes para la tragedia. Corren tiempos de incertidumbre, algunas decisiones se cargan de inmediatez, todo lo que acontece se vuelve difuso de pronto, y el deseo de normalidad se queda solo en buenas intenciones.
El ponente empieza a hablar.

Buenas tardes. Seguimos con el gran ciclo de las tragedias de Shakespeare, algunas de las obras más asombrosas, más terribles de la literatura universal, las concebidas entre 1601 y 1607, periodo en el que el autor alcanza cotas insospechadas. Es aquí ya un Shakespeare prácticamente inexplicable.

La tragedia es un género de Occidente, que nace en Grecia y muere en el Renacimiento. Su orígenes están relacionados con rituales de sacrificio. De repente, con Sófocles, Esquilo y Eurípides, se convierte en literatura. Se dramatizan los límites humanos. Los mortales aceptan aun sin entenderlo, el castigo de los dioses. Hay una aceptación, una conformidad.
La tragedia evoluciona en el siglo XVI, con la gran eclosión del teatro, hacia un género de venganza de un crimen, la tragedia de venganza.

      Hamlet, (1601) es la historia de una historia que no debería haber ocurrido. Es una tragedia demorada. El príncipe detiene la acción y piensa el mundo. En la conciencia del príncipe de Dinamarca laten las contradicciones entre justicia y venganza, razón y locura, destino y azar, realidad y ficción, honradez y maldad, responsabilidad y libertad. Es su primera gran tragedia. Dramatiza el paso al mundo de la razón, ya despojado de la religión.

En las primeras escenas se concentra casi toda la obra. El primer diálogo ya demuestra la depuración del lenguaje y la técnica del control del tiempo. La historia comienza cuando unos centinelas ven el espectro del rey muerto, padre del príncipe de Dinamarca. Avisan al joven Hamlet, que está apesadumbrado porque su madre se acaba de casar con el hermano de su padre, nada más morir este. El espectro de su padre le revela la causa verdadera de su muerte: que fue envenenado por su hermano para usurparle la esposa y la corona. Y él necesita comprobar, demostrar lo que ha escuchado. Para ello encarga una obra de teatro, La ratonera, para comprobar a través de la literatura lo que el espectro le ha revelado.

 Hamlet no es un príncipe al uso, es estudioso, un intelectual melancólico; alguien que piensa, alguien que no está hecho para la acción. En los monólogos se expresa el carácter del personaje opuesto a su destino. Son espacios de libertad y de paz. Son la expresión del ser. Está deteniendo la rueda del destino. “El pálido reflejo del pensar”. Ha comprobado la versión del espectro, pero aun así no logra ejecutar el mandato del padre.  Pensar le impide actuar, no es resolutivo y gracias al pensamiento va cometiendo calamidades. Mata a Polonio en una acción errónea y va a ser una muerte absurda que lo cambia todo. Se altera toda la planificación de la tragedia. Él mismo se reprocha su incapacidad para la acción.

De esta manera la conciencia
hace de todos nosotros cobardes,
y así el matiz nativo de la resolución
se opaca con el pálido reflejo del pensar...

Comentarios

Entradas populares de este blog

Los niños tontos (2). Sobre los cuentos

"En memoria de Paulina". Un cuento de Bioy Casares

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

SOLENOIDE, la novela traslúcida

Los niños tontos (1). Sobre el libro.