CCCB Lecturas sobre Shakespeare (3) Richard II


Miércoles, 12 de noviembre de 2014. 

Hablemos de tumbas, gusanos y epitafios.

Este es sin duda el verso que define el drama histórico Ricardo IITras este inicio tan teatral que ha dejado mudo al auditorio, caigo en la cuenta de mi coordenada espacio/ tiempo: Misma silla, misma fila delantera flanco derecho, mismo bello rostro y sin embargo, algo ha sido trastocado y se ha quebrado el círculo de misterio y de belleza. Hoy lleva gafas y no le sientan nada bien. Buenas tardes.

Ricardo II es una obra excelente, aunque se trata de uno de los dramas históricos, un género muy popular, una moda. Shakespeare sigue aprendiendo y nos deja asistir a ese proceso de aprendizaje. Fue escrita entre 1594 y 1595. Cuenta la historia de un mal gobernante, de alguien que no sabe reinar. Comienza cuando Ricardo recibe en audiencia a Enrique (Bolingbroke), primo de Ricardo y a Mowbray, a quien el primero acusa de conspirar contra el rey. Thomas Mowbray lo niega y se convoca un duelo. De nuevo Shakespeare se concentra en la relación del poder con sus súbditos.

Ricardo no puede reinar porque descubre su conciencia, la duda, la reflexión, la melancolía. Es un rey muy triste.

Al final del acto tercero un jardinero construye una alegoría sobre el gobierno de los estados en relación con el cuidado de las flores. El estado es una máquina donde todos se destruyen. Es una obra repleta de reflexiones sobre el poder, de largos monólogos donde se anticipa el espíritu de Hamlet.
Andreu Jaume confiesa que lo que le emociona en esta obra es la presencia ya de una vibración que es únicamente shakesperiana en alguno de sus monólogos. Por ejemplo en el largo monólogo en que Ricardo II se ve acorralado por Bolingbroke, cuando el rey parece un monarca cobarde, que se desmorona y revierte la atención sobre sí mismo, sobre el hombre que sufre bajo la corona. Habla de dolor, de su mortalidad. Destruye así la imagen sagrada del monarca. Cuando Ricardo abdica la corona, el rey es una conciencia que trabaja. Es de nuevo un viaje a lo que constituye la naturaleza del ser humano. Es capaz de anticipar el concepto de la NADA, que años después pronunciará Cordelia en El rey Lear (1605) o la respuesta de Timón de Atenas (1607): “La nada me lo dará todo”.
En el monólogo final, justo antes de morir, Ricardo sigue dando vueltas al problema de la conciencia y su tiempo interno. 

Si somos capaces de vivir sin la asistencia de los dioses, ¿qué significa la nada?

Aplausos.


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