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Mostrando entradas de septiembre, 2013

El dulce Benny

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El dulce Benny Aquella mañana Pablo abandonó muy temprano la casa. Su mujer pasó hasta el mediodía enfrascada en sus tareas domésticas y preparando la comida. Pero empezó a ponerse nerviosa cuando miró el reloj. Eran las tres de la tarde y Pablo no había regresado aún. No le había oído marchar por la mañana. Le resultó muy extraño sobre todo que no se hubiera llevado a Benny, el dulce suicida c avalier king Charles , bicolor fuego oscuro y blanco, con el que convivían desde hacía años. El perro dormía plácidamente a los pies de la cama, del lado de Pablo. Asustada, Carmen me llamó a mí y a varios amigos y familiares, pero nadie sabía nada de su marido.    Por fin, decidió llamar a la policía, hospitales y a otros lugares a los que solía acudir. Ni rastro. Tanto trajín despertó a Benny, e inexplicablemente, comenzó a gemir, a dar vueltas sobre Carmen para llamar su atención, ladraba con un extraño timbre que más parecía un llanto desesperado. "Hasta los ojillos se le nublar

El camarero y el bloc de anillas

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El camarero y el bloc de anillas Para cuando los bomberos irrumpieron en la planta principal del Hotel W, se vislumbraban ya las primeras luces en la silueta del paseo. Algunos clientes se movían   extrañados por la terraza en pequeños grupos. El camarero Eduardo Llanos fue testigo de los hechos cuando la víctima se desplomó junto a él y le cayó tan cerca, que ya nunca olvidará la mueca de su rostro. El hotel se sitúa de forma perpendicular al muelle. Su fachada es de vidrio reflectante, lo que le permite cambiar de color en función de la hora del día y de la intensidad de la luz que lo envuelva. Así, nos puede resultar agrisado en mañanas despejadas, ahumado entre la niebla del amanecer y otras veces, bebe del azul metálico, en plena calima.   Para el exterior del rascacielos de veintiséis pisos se ha delimitado su perfil con una línea blanca de ledes en la alzada que dibujan la forma de vela y le confieren un perfil de buque misterioso siempre a punto de zarpar.

Hoy he visto a Juan Villoro

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Hoy ya es ayer; o mejor, hoy será un día de este ya casi olvidado verano.   Había pasado toda la mañana en la Biblioteca de Catalunya intentando poner al día el correo, atrapar la inspiración y terminar la propuesta de trabajo del taller: escribir un artículo sobre el futuro del libro y el escritor. Cuando volvía a casa en moto, en el cruce entre la calle Consell de Cent y Roger de Llúria , vi a Juan Villoro, el escritor . En un primer momento casi lo atropello porque perdí el control de la moto por unos segundos. Además, casi provoco un accidente porque ante mi asombro, giré peligrosamente la cabeza hacia él para asegurarme de que aquella era la barba de Juan.   Estuve a punto de llamarle, de gritar Juan, Juan; pero de nuevo doña timidez   me enmudeció y me condujo a tirones calle arriba. El escritor, ajeno a todo, alcanzó impasible el otro extremo de la cebra. Vestía felizmente una camisa de flores sobre camiseta y portaba una bolsa de la librería La Central en la mano.